domingo, 31 de enero de 2010

Pretender

Nunca me gustó la mentira, siempre lo creí algo de lo peor, pero últimamente ésta ha sido, sin que del todo sea mi voluntad, mi refugio, he fingido tanto que no sé distinguir mis sentimientos reales de los fingidos, y es todo muy tonto, no me parece algo que nadie merezca, ser engañado es algo indignante.

Alguien me enseño una vez que el tiempo lo sana todo y lo he creído sin más, aunque cuando no se tiene paciencia te sientes morir. Es tan difícil para mi soportar un dolor tan fuerte como este que casi creo que moriré en el intento, él me hirió tanto y todo fue porque descubrió el engaño, no es algo que no tenga motivos, ya que el motivo soy yo y mi forma de actuar.

La vida se volvió para mí una colina tan inclinada y difícil de transitar que me siento resbalar.

No es fácil superar la soledad, y tengo miedo de no encontrar nunca más alguien que me ame como una vez me amó él a mi.

Temo por mi y por mi cordura, temo a la depresión, a la soledad y al aislamiento. Ahora, que no paro de llorar quiero que alguien llegue y me pueda consolar, todo lo que necesito es un abrazo, no lo veo a él más, Diego era todo mi mundo y me dejó porque lo herí yo primero, él simplemente reaccionó en su defensa, no lo quiero culpar, en absoluto.

No basta

Una vida no me basta,

Ni para amarte

Ni para darte todo lo que tengo

Ni para entregarme a ti,

O para cumplir tus deseos,

Para perdonarme el daño que te causé,

Para salvarte de ti y de mi misma

Para rescatarte siempre

Del monstruo que me ha poseído

Y que a diario te hiere

Para salvarnos del destino

Y de la gente cruel

Que no nos abre el camino.

Si me permites amarte

Yo te amaré por siempre

Si me dejaras basarte

Mi corazón volvería a regalarte.

Déjame empezar ahora

Que por amarte

Mi alma llora,

Y si seguimos perdiendo el tiempo

Éste se seguirá yendo

Hasta que no lo alcancemos

Y acabemos en el infierno
la arrogancia es respirable en los aires de la capital francesa, pero es "pasable" ya que es un toque más que le concede solemnidad a la ciudad. aires fríos de otoño que me saben a una buena canción, crucé el atlántico para ser una más de los miles de pares de pies que han pisado las baldosas de sus calles, sufrí reprimendas sin fundamento porque no se me permitió ser niña a los 15, pero al final, y puesto en una balanza, puedo asegurar que fueron más las razones por las que valió la pena que por las que sufrí. serían incontables las veces en que me sentí fascinada por lo que veía, escuchaba, sentía, tocaba y comía, agradezco mis sentidos, y me siento feliz de poder contar con el recuerdo de haber tocado París para futuros y presentes relatos.